Los niños muy pequeños no tienen razonamiento suficiente y necesitan algún tipo de intervención por parte de los adultos que los oriente o proteja. A veces los niños lloran o tienen rabietas porque están enfermos, o tienen hambre, sed, o mucho calor; o están muy cansados, demasiado estimulados, o se sienten abandonados.
Los adultos deben reconfortar a los niños y evitar que se sientan incómodos, tratando de satisfacer sus necesidades físicas y emocionales. Cuando un niño muy pequeño se porta mal, las formas básicas de disciplinarlo son la supervisión, la distracción y la reorientación.