El sentimiento de identidad aún no está sólidamente constituido, así como tampoco lo están los límites entre el yo y los demás, ni la distinción entre realidad objetiva y fantasía. Por ello, los niños son muy influenciables y creen en las figuras de fantasía como los ogros, las hadas y demás seres fantásticos pueden tener existencia real, simplemente porque se los han imaginado o han visto ilustraciones sin que un adulto haya estado presente para explicárselas; por ello se asustan realmente ante gente disfrazada, e incluso pueden experimentar temor cuando son ellos mismos los disfrazados y se miran en el espejo, hecho que puede confundirles.
A medida que crecen y dominan mejor el mundo exterior, la expresión de sus miedos se va modificando. Muchos autores señalan que hacia los 7 y 8 años, el miedo a los grandes animales depredadores desaparece y, son más frecuentes los miedos a los animales cercanos y a los insectos; seguramente esto tiene que ver con encontrarse un león en el dormitorio es muy raro, pero no lo es encontrar insectos, ni otros animales del ámbito familiar que son utilizados inconscientemente por los niños como soporte para expresar sentimientos tales como el amor, el odio, la rivalidad, los celos, los deseos de posesión, la admiración, etc.
Es por medio de los cuentos, que los niños se identifican con el protagonista, y sienten empalizar con él, una tensión y ansiedad crecientes que ceden en el desenlace, aunque éste no sea tan bonito o triunfal como hubiera deseado. Luego al conocer el cuento, gusta de repetirlo una y otra vez, y la emoción crece y se resuelve, aunque puede que con matices diferentes, de esta forma se va trabajando e interiorizando sucesos planteados y resueltos por otros; conoce situaciones imaginarias y cómo «otro» las ha afrontado, poniendo en juego una serie de recursos personales, que en la mayoría de los casos, desconocía por no haber necesitado utilizarlos hasta ese momento y aprende que si uno no puede defenderse, puede que la magia, la casualidad o un ser bondadoso le tiendan una mano, porque el pobrecito, tan lleno de bondad, le ha movido el corazón. Así le facilita poder creer en la bondad, en alguna parte del mundo adulto real es posible encontrar ayuda y la maldad de afuera tiene una contrapartida, que como alguien puede ayudar, él puede desarrollar la confianza.
El miedo, la tensión y la ansiedad que siente un niño ante un cuento son reales, al igual que el alivio ante su resolución. Pero con ellos, el progreso interno, el reconocimiento de la realidad, sus propios recursos, la confianza, etc se han ido gestionando progresivamente.
Cuando el miedo no ha podido actuar de estímulo y organizador de la psique del niño, la situación se revierte en un daño muy claro y siempre intenso, con la necesidad urgente de ayuda profesional.
Estas situaciones se pueden dar cuando:
- No puede reconocer el peligro real y repetidamente busca y se pone en situaciones de riesgo, porque ante la frustración de reconocerse limitado, se defiende suponiéndose y proclamándose omnipotente (a mi nada me pasará).
- Cuando los elementos simbólicos, alegóricos, mágicos, etc que ha de ayudarle a expresar sus emociones son tan frecuentes e intensos que pueblan totalmente su interior, expulsando e impidiendo desarrollarse cualquier otro interés, pensamiento o idea, y cronificando sus temores.
- Cuando el miedo bloquea y cualquier cosa (lo desconocido, la oscuridad, la sociedad, el perro), por inocua que sea, la siente como algo tan peligroso y tan insuperable que para evitar el riesgo de ser agredido y vencido queda paralizado y no puede aprender se sus experiencias porque no las está pudiendo tener.
- Cuando aparentemente no hay miedos y ni el mismo niño los reconoce, pero cuando cede la alerta encubridora y consiente de la vigilia aparecen terrores nocturnos y pesadillas, porque en realidad había un miedo reprimido.
- Cuando existe terror a la destrucción del ser, con la certeza que no existe salida alguna, el mundo interno del niño no tiene posibilidad de organizarse o se desorganiza (autismo, psicosis).
Tomado del libro: «Los miedos infantiles en la literatura para niños».