Las estrategias son metodologías que utilizamos para lograr aprendizajes o hacer algo.
Cuando aprendemos algo también podemos elegir entre distintos métodos y sistemas de aprender. Dependiendo de lo que queramos aprender, nos interesará utilizar unas estrategias y otras no. No existen estrategias buenas y malas en sí mismas, pero sí estrategias adecuadas o inadecuadas para un contexto determinado. Los resultados que obtenemos, lo bien o rápido que aprendemos dependen en gran medida de saber elegir la estrategia adecuada para cada tarea.
Los psicopedagogos ayudamos tanto a padres de familia como a los mismos pacientes a tener nuevas alternativas o nuevas estrategias para la adquisición del aprendizaje, o para lograr superar las áreas que se tienen en proceso, es decir explicamos las distintas estrategias o métodos que se pueden emplear para realizar un ejercicio, absorber determinada información y hasta el cómo lidiar y manejar una conducta dada.
La mayor parte del tiempo no somos conscientes de que el problema radica en la utilización de unas inadecuadas estrategias y es atribuído a la falta de inteligencia.
Cuando no consiguen los mismos resultados que sus pares (o cuando se rompen la cabeza en el intento) no se plantean que el método de trabajo no es el apropiado sino que ellos no valen, o se consideran poco inteligentes. La visión prevalente en nuestra sociedad de que la inteligencia es una cualidad innata y no algo a desarrollar hace el resto, los estudiantes con malas estrategias muchas veces acaban creyéndose incapaces y por lo tanto dejan de intentarlo. Cuando eso sucede el problema de las estrategias se convierte en un problema de motivación y actitudes.
Es por esta razón que el primer paso en este proceso y según sea el caso, es desarrollar la percepción de que las estrategias existen e influyen en el aprendizaje. Esa percepción se crea tan pronto como las estrategias se convierten en parte habitual del trabajo del aula y el hogar.