Es el manejo positivo de la agresividad, entendiéndose ésta como fuerza, valor, empuje, intención, que impulsa a obtener lo que se desea, necesita, anhela o sueña, sin agredirse o lastimarse a sí mismo o a los demás. El manejo de la asertividad en la persona requiere una autoestima alta, el autoperdón y el uso de la razón. Ser consciente de sí mismo, de la realidad de su sentimiento y su conducta.
El ser asertivo se caracteriza por pedir lo que se necesita, decir lo que gusta o no, expresar lo que siente cuando es necesario. Tener siempre presente el: ¿para qué?, ¿para qué lo digo?, para informar, darme a conocer etc., o para humillar lastimar o reclamar. Si este ¿para qué? no responde a algo positivo, es mejor callarse.
Para ayudar a las personas asertivas a canalizar su agresividad negativa u hostil, una forma muy positiva es a través de los deportes, ejercicios físicos o de relajación, o por actividades que permiten la salida de esa energía acumulada. Ser asertivo significa poner en práctica las actividades propias respetando los derechos de los demás; significa tener el valor de usar la percepción y comunicación, ya que lo que cuenta más en un mensaje no es el «qué» sino el «cómo» se dice.
La no asertividad o agresión hostil es el manejo negativo de la agresividad; es decir, satisfacer las propias necesidades y derechos sin importar las de los demás. La no asertividad se maneja por medio de una autoestima pobre y baja, con autodevaluación, tristeza y depresión, con sentimientos de culpa que pueden provocar la autodestrucción. La persona no asertiva canaliza su agresión destruyendo objetos, golpeando física, moral y económicamente a otras personas, levantando falsos y sobreprotegiendo a los demás.
Existe otro tipo de personas no asertivas: éstas son pasivas, no dan a conocer a los demás sus opiniones y necesidades legítimas, se dejan manipular por otros, pero nunca hacen o piden que los demás las escuchen; dejan que pasen por encima de ellas.